¡Qué feo tu lomo!

"La magia está en los detalles; en este caso, en tu plato"

Disfrutar de los suculentos y afrodisiacos platillos peruanos había sido uno de mis principales placeres y temores en la vida. Deleitarme con cada textura y aroma provenientes de las más finas y caseras cocinas peruanas era mi debilidad; y con ello, mi futuro pronóstico de una muerte sentenciada por la obesidad. A pesar de ello, no paraba en mí la insaciable búsqueda del mejor lomo saltado en Lima; siendo, ese el meollo de la nefasta historia que les estoy apunto de contar...

Dias nublados nos acompañaban, el frío y la humedad en Lima eran partícipe del bello invierno que azotaba a la capital; y por eso, tomarse un buen caldo de gallina no caería nada mal. Sin embargo, la noche se desvanecía y el "día despues de mañana" era lo que aquejaba a todos los perumaniacos dignos de regocijar su patria, con la bandera de la libertad. La independencia del Perú era próxima y con ello el ¿qué comeremos?.

La noche se me hacía larga, no dejaba de ver mis telenovelas mexicanas y cambiar los canales buscando alguna película de drama que valiera la pena para amanecerse. Es entonces, cuando me entra la cizaña de la curiosidad, ¿qué haré mañana?, ¿cocinaré? . Si algo tenía claro es que yo y la cocina estabamos este año divorciadas y por ende mi, desapego a mi sazón innata.Resultando así mi fuerte convicción de que mañana comeriamos en la calle, otra vez.

Todos los días para mí eran una desenfrenada búsqueda del mejor rinconcito culinario.Ya que, alimentarse en la calle no es un lujo que se deba de hederar. Es cierto que comer lo que uno quiere resulta fantástico; sin embargo, se extraña el sabor casero, aquel condimento que en muy pocos platos sueles encontrar: el amor.

El día siguiente llegó, ¡Feliz 28 de Julio! gritaban en las emisoras radiales y ni que hablar de los canales que transmitían desde muy temprano el campo de Marte y la Juramentación del nuevo Presidente Ollanta Humala. Dios es peruano, también oí por ahí, salió el sol. "Dios nos sonríe". Era cierto, siendo invierno teníamos el cálido abrazo del verano; y con ello, la algarrobía de festejar se nos pegaba.

Bien,  ¿a dónde vamos? , ¿alguna idea?. Como era lógico vivir sólo con mi padre me hacía la dueña de las decisiones, aquí había una monarquía y la única reina, ama y señora era YO. ¡Qué rico!, -¿cierto?- mandar y ser la engreída, muchos dirán que bien por ti; sin embargo, la realidad es otra... ¿de qué sirve un trono, si plebeyos?, y de ¿qué sirve un hogar, sin parientes?.

La decisión era mía, pero pese a mi autoridad, era sensible y partidaria del acuerdo mutuo, así que... ¿ideas? ¿alguna?, pues no. Si fuera por mi padre comeriamos pollo a la brasa todos los días. Decidimos hacer caso a Gaston Acurio en uno de sus recorridos al recomendar un restorant cercano a mi hogar, asi que nos enrumbamos y ahí ya estabamos. Pedí lomo saltado, era mi infaltable, el plato con el que empiezo en todo buen restorant. y mi progenitor ya malhumorado por que no le daba buena espina el local, sólo pidió el menú del día.

Mientras degustaba mi lomo, no pude quitar de mi cabeza la primera imprensión que tuve al mirar el plato - ¿qué rayos es esto?-. Dios es testigo de cuánto quisé ser positiva y saborear lo más posible para encontrarle el gusto al mejunje; sin embargo, no había Dios ni Olimpo posible de quitarme ese malsabor de la boca, sentir la carne dura y de "carnero al palo" que de "lomo saltado" me hacía extrañar y vanagloriar a viva voz el menú de 5 soles, que suelo encontrar por mi casa.

¡Que feo tu lomo! Señor, ¡qué fea tu chica morada, señora! No pude callar. Yo tan cortés que suelo ser y en salvaje me convertí, pueden meterse con mi ropa, con mi imagén, pero con comida, ¡NO!.y peor hoy un 28 de Julio dónde más que núnca añoro comer mi comida criolla.  Y si lo sé, seré obesa .

Aquí les adjunto una foto de lo bien que se debe de ver el lomo saltado, sólo espero que sepa igual de bien en mi próximo pedido a la carta. ¡Qué triste día! ¡qué triste tu lomo!